Reapropiación y resignificación, cuando la basura se convierte en refugio. El colchón en No quiero dormir solo (2006)

Lara Loncharich (Paraguay) 

Paraguaya, residente en la ciudad de Villa Elisa, 25 años. Estudiante de Cinematografía en la Universidad Columbia del Paraguay, cursando el quinto año de la carrera. Fotógrafa, audiovisualista y realizadora independiente. En el año 2023, comenzó su productora de audiovisual y cine independiente en colaboración con otros artistas en Paraguay, bajo el nombre de Studio Koati.

En una de las primeras escenas de No quiero dormir solo (2006), dirigida por Tsai Ming-liang, varios hombres llevan un colchón que encontraron en la basura. Se movilizan entre todos para llevarlo puesto que es un objeto pesado. Los personajes ocupan la calle como si el espacio público fuera sólo de ellos. La escena muestra todo el recorrido, otorgando la fuerza y el tiempo necesario para representar el trabajo de los hombres. No existe forma de llegar a destino sin interponerse entre la multitud de personas en la calle sosteniendo el colchón con los brazos. No existe vehículo más que el cuerpo, ni mucho menos la privacidad; no es como meter el colchón en un camión y partir sin que nadie te observe en la calle. La vía pública se mezcla con una situación privada, íntima. Lo cotidiano y doméstico se inserta dentro del plano público. El extenso recorrido es observado por la cámara y por el espectador. 

La película presenta una variada gama de personajes cuyas historias se entrecruzan. Los personajes principales son: Hsiao-Kang (el mendigo, representado por el actor Lee Kang-sheng, quien además interpreta al enfermo), Rawang (el inmigrante indio), Chyi (la mesera y enfermera) y la dueña del comedor. Algo en común que atraviesa a los personajes es que todos se encuentran en situaciones de desventaja social y económica, situación que abarca sectores invisibilizados de la sociedad: mendigos, enfermos, inmigrantes. 

Con mucha ironía, en una escena, la dueña del comedor se coloca crema en el rostro, de espaldas al enfermo y a Chyi. Se escucha la radio de fondo, suena un anuncio sobre la importancia de tener un buen colchón. Como símbolo de lo doméstico y lo cotidiano, el colchón se convierte en un objeto muy importante para la trama. Los hombres se apropian de éste objeto desechado, un objeto que representa un espacio íntimo dentro del territorio doméstico. A lo largo de la película, el colchón es compartido por los personajes siendo el lugar y espacio que éstos habitan rompiendo los límites del espacio íntimo/público. El colchón atraviesa espacios y paisajes: al ser desechado por alguien va a la basura, de ahí es rescatado para ser reinsertado en el suelo de una habitación y hacia el final es trasladado a la construcción para terminar flotando sobre el agua.

Rawang, un inmigrante indio, encuentra a Hsiao-Kang en la calle herido y lo lleva consigo para cuidarlo, así es como decide compartir el colchón que había recogido de la basura. Tras mucho trabajo de limpieza, consigue dejarlo impecable. Lo cubre con unas fundas estampadas de flores y lo envuelve en un mosquitero rosa. Decora la habitación de tal manera que un espacio destruido pasa a verse acogedor. El mosquitero cumple la función de proteger a ambos personajes, delimita un espacio dentro del espacio, uno que se reduce a ellos dos; un espacio compartido, íntimo, que no logra albergar a nadie más. No sólo se protegen de los mosquitos y otros tipos de insectos por la situación precaria del entorno que habitan, sino que el mosquitero representa una suerte de protección del mundo. El colchón, encerrado en sí mismo, protegido por la tela traslúcida, alberga un universo que sólo comparten éstos dos personajes; un refugio, un albergue, un espacio de intimidad dentro de lo doméstico que los protege de la mismísima habitación en ruinas, húmeda y sucia. Es por eso que, hacia el final, cuando Hsiao-Kang traslada el colchón a la habitación de Chyi, Rawang se enfurece. El espacio íntimo que habían construido dentro de su entorno doméstico, aquel que simbolizaba la relación entre ellos dos se desmorona. Sin embargo, Rawang termina perdonando a Hsiao-Kang dejando espacio para Chyi y los tres acaban compartiendo el colchón.

El enfermo y Hsiao-Kang, puestos en comparación, de alguna manera comparten el objeto más importante dentro de la trama, objeto que se repite como amuleto para ambos: el colchón. El enfermo, por su parte, está condenado a reposar postrado en una cama, inmóvil. A diferencia del otro colchón, este personaje es incapaz de deshabitar su espacio. La cama es inmóvil, pertenece siempre al mismo espacio, a la casa, a lo doméstico, pero a diferencia del colchón que comparten Rawang y Hsiao-Kang, éste no se siente como un hogar. La habitación es fría, de paredes blancas y sucias, con una decoración que parece fácil de confundir con la de un hospital precario. El colchón no es sinónimo de una zona de confort, no existe complicidad ni encuentro, no existen caricias ni apoyo, no existe una relación de intimidad. El colchón del enfermo es solamente un confinamiento, una condena. El espacio doméstico podrá ser un refugio, pero no se compara al refugio que construyó Rawang.

Luego del traslado de Rawang y Hsiao-Kang a la construcción, la atmósfera del espacio que los representa se mantiene a la perfección, aún estando insertado en un lugar aún más inhóspito como es la construcción. El mosquitero funciona como un filtro que protege a los personajes del exterior pero así también como el límite que separa ambos espacios al mismo tiempo que los une, lo que permite al exterior filtrarse lo suficiente. La luna, única fuente de luz y de tono azulado, ilustra una atmósfera de ensueño, ya que los personajes lucen difuminados con el fondo, gracias a la textura e iluminación de la escena. El colchón, aislado en un terreno desolado, en una construcción a medias, entre el gris cemento al descubierto y el azul, evoca un poema aletargado. En la escena final de la película, el colchón acaba flotando sobre el agua mientras los personajes duermen. La habitación de Chyi se fusiona con el agua acumulada en la construcción como una imagen de doble exposición. El ambiente luce como un sueño. El agua, un elemento móvil que nunca deja de fluir, mueve al colchón. Los personajes navegan dormidos, tranquilos, protegidos. No importa a dónde vayan mientras tengan el colchón. Lo que permanece y los acompaña es el espacio que construyeron.

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