Posibles aleteos, táctiles, indeterminados

Por: Clarissa Navas

A veces, cuando camino por los lugares donde grabamos o sucedieron escenas de las películas que hacemos, me parece que tienen un aura diferente. No puedo dejar de pensar en esas imágenes que ahora existen en una película, pero a la vez esa calle apenas alumbrada sigue siendo esa calle, los caballos comiendo basura en las esquinas siguen intentando sobrevivir de esa manera. Quizás el cine despliega otra existencia virtual en el campo que pertenece a las imágenes, pero estando acá las cosas siguen siendo las cosas. El cine puede cambiar algo, pero no sé si es en este plano más concreto.

En el barrio de Las mil y una (2020) comenzamos a filmar con mi hermana desde que éramos niñas. Mi papá trajo de sorpresa una camarita Hi8 para filmar mi cumpleaños de 7. El evento se registró, pero enseguida la cámara pasó a nuestras manos. En mi casa nunca hubo ese cuidado de objetos más preciados que no pueden tocar lxs niñxs. Con la camarita se abrió un mundo y con Maia comenzamos a hacer desfiles, programas de Tele, noticieros con muñequitos, a cada amigx que venía a jugar le hacíamos actuar o crear alguna cosa.

Pasaba el tiempo y nosotras nunca perdíamos el entusiasmo, pero esto nos confrontó a un problema: el de los cassettes. Para nosotrxs eran muy caros de comprar, por ahí cada tanto cuando íbamos a Paraguay de paso de ver a mi abuela en Misiones nos podían comprar alguno y fue así que se empezaron a llenar. Ahí surgió el montaje: veíamos lo grabado en las cintas y decidíamos cuántos minutos podíamos grabar y sobre qué cosas. Como éramos niñas lógicamente echamos a perder bastante el archivo familiar, y a los cumpleaños de primxs o eventos especiales le superpusimos nacimientos de nuestros gatos, a la recepción de egresados de otro primo, le grabamos un recital de nosotras disfrazadas de Enrique Iglesias.

Cuando nos dimos cuenta de que los eventos importantes se cortaban con nuestras creaciones materiales completos estaban borrados y superpuestos, nos afligimos, pero ya no nos quedaba otra que seguir grabando encima. Creo que esa experiencia para mí fue fundacional, algo ligado a la posibilidad de crear sin tanta mediación, montar y decidir sobre la marcha. El tiempo se fragmentaba por esos retazos que traían materiales muy anteriores a medida que pasaba el tiempo y a la vez se interrumpían por las actualizaciones en presente.

Cuando buscábamos en las cintas espacio para grabar, volvíamos a ver momentos de años anteriores y era muy impresionante notar nuestro crecimiento o los cambios que iban ocurriendo en general. Este año, al comenzar a editar una película que llevamos ya 7 años haciéndola en Nanawa, me ocurrió la misma sensación al ver el archivo y una suerte de conmoción ante el paso del tiempo. Recuerdo que una vez que estábamos grabando de la casa para afuera, mi mamá me dijo «no le apuntes a la gente, tenés que pedir permiso si querés hacer eso». Me quedó una impresión fuerte: si la cámara miraba al barrio, había que avisar o no entrometerse, filmar a otra persona que no esté en el juego no estaba permitido. También con los años valoré más aún el gesto de mi mamá y mi papá con esa cámara y su confianza en nosotras. En un punto nos dieron el mando para construir ese archivo familiar que fue grabado y re grabado desde mis 7 años hasta que fui a estudiar cine.

Creo que desde esa matriz nace un modo de vincularme con el cine o un modo de hacer, porque el cine viene después. Hasta ahora no sé bien qué sería eso del cine. Para mí hay modos de hacer y de acercarse. Luego, aparece el capital y el sistema, con su propia definición de cine, pero para mí, en el fondo, estas son las bases: modos de estar y de trazar un mientras tanto con otrxs, donde la creación produzca algún acontecimiento.

Siento que ese espíritu sigue estando muy presente en las películas que hacemos. Hay una necesidad de inventar sentidos provisorios entre pares de amigxs y personas a las que queremos para hacer que la vida se hinche de entusiasmo, en ese tiempo de ebullición que conlleva crear en conjunto. Después creo que viene lo otro, el tema de la representación y todas esas cuestiones que aquejan al cine. Por lo pronto diría que nunca pienso en representar porque eso cristaliza en ideas y aleja; sí pienso en construir procesos que sean de potencia, que algo se libere en esa experiencia y quede vibrando. Finalmente, la vida es un poco eso, un par de experiencias, y ya que hay tantas malas, si de un rodaje y de hacer una película puede quedar una vibración que alimente por un tiempo los días, ¿qué más se puede pedir?

Últimamente ya no pienso en miradas, porque siento que es un sentido muy colonizado. A veces cuando me preguntan si existe o no una mirada femenina o disidente, pienso que tiene que ver, en realidad, con una forma de habitar el espacio, de caminar, algo más ligado al tacto o al modo en que una escucha lo que escucha. Quizás si indagamos por ahí, sucede alguna diferencia, porque cuando se mira, se captura inevitablemente. Creo que peleo contra eso frecuentemente, ¿cómo hacer para no volver objeto a lo que quiero? Quizás volvería al recurso de la niñez, grabarle encima, hacer unos Frankenstein de pedazos que no tengan un control de antemano.

El control para mí no sería algo que asocio a lo disidente, o a lo femenino, pero pensar en estas categorías, que tan pronto se capturan por lógicas de mercado, me hacen cuestionarme cómo hacer para salir de esa ilusión de control que toda representación constituye, cómo hacer para que una película respire sin querer controlarla o sin que luego se le imprima la etiqueta de disidente, femenino, etc. No es cuestión de la mirada, la mirada no toca. Hay que poder tocar de otra manera. Si el cine puede cambiar algo no es por mirada, es por tacto o por resonancia.

Existe una teoría de los fractales que es bastante compleja; me recuerda a un proverbio chino, que dice que el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo, y sus efectos son indeterminados. A mí me parece que hacer cine es un poco ese aleteo. Me esperanza pensar que los movimientos puedan ser impredecibles, solo que aún no las estamos viendo.

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