Por: Emilia López Guzmán
Nos adentramos al centro de una telaraña, donde una mariposa recorre con curiosidad una mazorca de flores moradas, sus alas abiertas se traslucen en una mancha, en un cuerpo, en un útero. Un útero con una vulva en botón, un clítoris con un dedo que enérgico lo explora, se autoexplora. Es una búsqueda, un tránsito entre pliegues ¿Acaso una motivación?
Algo han encontrado, casi que se detienen
Se torna azul,
lento, muy lento,
suave,
casi imperceptible
entre el constante sonido del mar la mariposa se mueve,
el dedo también.
Se difuminan los límites entre flor, piel y mariposa.
Se traslapa el tiempo.
Casi que se perciben los aromas de la costa.
El ritmo cambia, se acelera como una respiración jadeante,
como si quisieras comprimir el espacio-tiempo en un instante.
Ya no es una mazorca, es un campo completo de flores,
un campo que pulsa lleno de texturas, de morados, de movimientos.
Una, tres, cuatro mariposas lo recorren frenéticas.
Las olas del mar no han parado de sonar.
El meollo de una telaraña, el principio de una espiral. Nunca me había preguntado que podían tener en común un dedo ( una mano) y una flor, hasta que vi Women I love de Bárbara Hammer (1976). Y es que ambos incitan al placer, pero no a cualquiera, sino a aquel que fundamenta la vida.
Las plantas con flores aprendieron a esparcirse en la tierra, a trazar caminos entre ellas para transportar sus minúsculos granos de polen con la ayuda del viento, de algunos mamíferos, de muchos insectos. Han cambiado sus colores para sobresalir, han desarrollado afrodisiacos néctares para atraer.
Han optado por reproducir su vida a través de relaciones basadas en el placer.
Un dedo también puede optar por producir placer, con a penas tocar el lomo de un gato o acariciar una oreja; puede aprender los gustos propios y adaptarse a las otras corporalidades ¿ Pero como ese placer puede fundamentar vida?

Una flor procura frutos, semillas, nuevas flores.
Un dedo procura afectos
Un dedo desata la imaginación
Con imaginación y un dedo
puedes encontrar el infinito
tocar la ternura: una lombriz en la tierra
Palmar la vida, humedad en la hojarasca
El agua en sus manos
Las manos en tu cara
Electricidad en las yemas
yemas en tu senos
Dispuesta a partir
A reconocerse en el espejo
dibujando la vida
fecundando la tierra
El placer que incita un dedo es una chispa que puede desembocar en crías humanas, pero también en una poesía, en un jardín, en una reflexión teórica, en una película. Poor su parte las plantas han logrado convertirlo en el motor para que los otros se transformen y crezcan junto con ellas. De cierta manera han expandido los limites de su sexualidad con seres de otros reinos y de otras naturalezas. El gusto por los néctares ha detonado la creatividad en las mariposas para crecer sus lenguas y alcanzar los recovecos de las flores, éstas a su vez han cambiado sus formas para asegurar que los cuerpos de las mariposas lleven su polen. En una serie de espirales de colaboración es trazada la historia de vida entre la mariposa y la flor.
¿ Será una historia de amor?
Placer-flor
– transformación
-placer- mariposa
-colaboración
-creatividad- vida- colaboración
Más que una historia me parece una idea sobre el amor, una idea que Barbara Hammer explora con curiosidad en su película con una serie de secuencias experimentales y al mismo tiempo vivenciales de lo que ella ama de las mujeres humanas, pero también de la tierra, de la mar, de las flores.