Cuando hasta el mundo entero cabe en una hamaca, sabiéndolo acomodar

Por: Barbara Eguiarte

l. El sonido

Se dice que el cine es imagen, pero en este corto, Hamaca Paraguaya, la cineasta Paz Encina, pareciera querer decirnos que para ella, el cine es sobre todo sonido.

Un sonido que es el protagonista de esta historia en apariencia sencilla. Un sonido que introduce al espectador en la historia incluso antes de que aparezca la imagen. Se hacen presentes los sonidos de la selva, de la lluvia, de una cigarra terca que no se calla nunca, aunque ya de nada sirve su chirrido en medio de aquella tormenta.

ll. Una hamaca

En Uruguay y Argentina le llaman hamaca paraguaya a lo que en México conocemos como columpio. Me pregunto si vendrá de ahí el título de la obra. Aunque parezca algo muy simple, un elemento puesto al azar, esa hamaca encierra dentro de sus redes un mensaje oculto. Porque no es una silla, no es una mecedora, ni un sillón; es esa hamaca milenaria que ha resistido a tanto, y permanece como recuerdo lejano de nuestros antepasados mayas, taínos, guaraníes. La hamaca no es un objeto solamente para sentarse, sirve para dormir, para mecerse a merced del viento durante la siesta, como cuando éramos niñas. En una hamaca caben una, dos, tres o hasta cuatro personas, dependiendo de cómo se acomoden. En este corto, por ejemplo, Paz consigue meter dentro la historia contemporánea de su país: la guerra, el olvido, los ancianos, los pueblos originarios. 

lll. La mirada

Porque no hay cine, ni películas sino hay espectadores. Pero en este corto, pareciera que los espectadores son los personajes, Él y Ella. Nos observan calmadamente, cuando se acomodan en la hamaca, a mitad de la selva, en tierra de nadie. El corto empieza cuando ellos se acercan desde el último plano. Termina cuando se van. Tienen todavía la osadía de preguntarse Él a Ella, ¿Qué miras?. Ella dice que no mira nada cuando llueve, que la lluvia lo es todo.

lV. La lluvia

Dentro de no pocos años regresaremos a este corto como si se tratara de un objeto precioso, porque en efecto lo es. En aquellos lejanos años dos mil, cuando la calidad de las cámaras digitales era distinta a la de ahora, y cuando la lluvia no era sinónimo de un hecho extraordinario como quizás nos lo parece ahora, Paz decide filmar la belleza de lo cotidiano: la lluvia, una pareja de ancianos olvidados de dios y el mundo, que esperan a que pase la lluvia y a que regrese su único hijo. Una pareja de agricultores. Un plano, una toma, una hamaca, la selva y la lluvia. El guaraní y un narrador que sólo aparece en los subtítulos y para quejarse del sonido de un perro. La cámara no se mueve, pero se mueve la lluvia. Se mueven los personajes, de atrás del plano hacia adelante, imitando el movimiento de la hamaca. Él y ella esperan, pacientes, esperan. Ella se abanica, él se mueve más inquieto. 

V. Lo milagroso

La calidad de la cámara hi8 con la que fue grabada esta cinta es tan pobre, que no se alcanza a distinguir lo que hace Ella, porque mientras Él piensa en el hijo, se levanta de la hamaca para fumar, sirve el agua del mate; Ella está siempre en activo: utiliza sus manos ya sea para abanicarse o abanicar a su marido, a veces parece que desgrana maíz,  pela una yuca o corta una caña. En la cotidianidad del diálogo se engloban todos los años de una vida en común: las actividades en el campo de Él, las actividades en la casa de Ella. La vida sencilla que comparten y sobre todo la larga ausencia del hijo que se ha ido, no sabemos a dónde ni por qué. 

VI. El regreso

En Paraguay la producción fílmica es tan escasa, como lo es ahora la lluvia. Paz desarrolla disciplina para hacer su cine, pero sobre todo paciencia. Así como los protagonistas de esta historia esperan la llegada del hijo; Paz espera seis años para regresar a la misma historia, y cambiar la pobreza del hi8, por la calidad del 35mm. Se compra el tiempo para pasar de un cortometraje a un largo, pero en lugar de seguir de frente, después de todos esos años, hace una pausa y regresa. Regresa al mismo lugar, a los mismos temas que le interesan y le inquietan. Regresa con los mismos personajes, los mismos actores, los mismos sonidos, el mismo idioma, la misma hamaca. Esa hamaca que lleva cuidadosa y sutilmente entre sus hilos, la historia de un país; aunque para eso haga falta mirar con mayor atención. 

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