En la pasada edición del Festival Internacional de Cine UNAM, dentro del programa El Público del Futuro, Gloria Vilches nos platicó sobre «Cinema 3/99» una propuesta del CCCB (Centre de Cultura Contemporània de Barcelona) de cine experimental para niños que toma su nombre de las instrucciones de los juegos de mesa con su abanico de edades: de los 3 a 99 años, cifras tan aleatorias que causan gracia y nos permiten imaginar a un niñx jugando con un abuelo —nos dice Gloria en entrevista con La Rabia—. En este nombre, el programa recupera lo familiar y la idea del público: no es para niños o, más bien, no es sólo para niños. El otro homenaje es a Amos Vogel y a su mítico cine club de Nueva York: Cinema 16, en funcionamiento desde 1947 hasta 1963, cuyo estilo de programación que mezclaba cine de ficción con un documental, una película industrial o educativa, experimental o de animación le hizo entender a Gloria el cine de una manera muy amplia, una búsqueda similar es la que guía su trabajo. Para este dossier sobre paternidades quisimos pensar también en lxs hijxs, ese público infantil que a veces parece olvidado por los programadores y las salas de cine.

La Rabia: Actualmente diriges Xcèntric, el programa de cine experimental del CCCB, ¿cómo llegaste a la programación?, ¿cuáles son para ti las principales características que construirían la figura de la programadora?
Gloria Vilches: Yo empecé como coordinadora, me dedicaba más a tareas de gestión cultural, aunque de manera muy informal ya había programado muchas cosas, desde el cine club de la facultad hasta programas con amigas de cine de vanguardia con música en directo en un club de jazz en Valencia, cuando era joven. Siempre me ha gustado la música, yo era la típica que grababa mixtapes para amigos, estaba constantemente regalando cintas de casetes, posteriormente CDs y ese ejercicio con lo musical se puede pasar perfectamente a lo cinematográfico. Yo crecí y estudié en los años 90 y principios de los 2000, en esa época no había internet, si en la universidad te enterabas que alguien tenía una película, una copia en VHS, podías hacer algo con eso. Siempre estábamos en “escucha y difunde” o “descubre y difunde”, ese es el germen de mi interés por la programación que no es otra cosa que compartir lo que me gusta. Cuando hay una película que para mí es muy importante no quiero que se quede solo para mí, me interesa que la vea la mayor cantidad de gente posible.
En Xcéntric, es importante que precise, trabajamos con un equipo de programadores muy estable y todos aprendemos con prueba y error. Lo que hacemos yo lo definiría un poco como “arqueología fílmica”: buscamos en el pasado para traer al presente obras que pensamos que todavía tienen mucho que decir al público actual. Trabajamos en equipo y comentamos desde cómo se cómo hablan las películas entre sí, cómo se transforman al estar en un mismo programa, hasta temas muy prácticos: a qué hora programar, en qué contexto, cómo preparamos la sala, a qué tipo de público nos estamos dirigiendo, cómo presentamos las sesiones o qué tipo de textos publicamos para arropar estas sesiones.
Respecto a las características de la programación, una sería facilitar el visionado de películas que no se proyectan en los circuitos convencionales. Las tareas que realiza un programador o una programadora son de investigación, selección y luego explicación, creo que estas tres son las fases más importantes. También esta idea también —muy manida, tal vez— del programador como montador, que junta y ordena imágenes de tal manera que se influyen entre sí. O sea que una misma pieza se ve de una manera distinta según el resto del programa; son como montajes efímeros, por así decirlo. Pero esto no es nada fácil de hacer, hay cosas que funcionan en nuestra cabeza y luego las ves en público y no funcionan tan bien, muchas veces pasa que unas películas anulan a las otras.
Luego, para mí, hay una cosa que pienso últimamente, un nivel de programación “top”. El programador ideal sería no solo el que conoce las películas, sino el que conoce de primera mano los archivos —el tema de los archivos es importantísimo, ahora mismo estamos en un momento crucial en ese sentido—. Un programador que conoce la historia de una película en el sentido de las diferentes versiones que hay, las distintas copias que circulan, dónde y cómo se ha proyectado, errores de restauración, que se cometen muchos, ahora que todo se pasa de DCP.
LR: En tu charla de El Público de Futuro en el pasado FICUNAM hablaste sobre Cinema 3/99 un programa con películas no concebidas a priori para público infantil pero que buscan “estimular la imaginación y la creatividad”, también hablaste de la importancia del misterio. Es interesante pensar el cine para niños más allá de lo tradicional, pero también, nos parece una propuesta para pensar la programación como un diálogo hecho a partir de conexiones a veces inesperadas ¿podrías platicarnos un poco más sobre cómo seleccionas las películas?
GV: En la actualidad, la mayoría de las iniciativas de programación para un público infantil se basan en los valores y, sobre todo, en guiar muy bien a lxs niñxs para que no se pierdan y entiendan todo lo que está pasando. Lo que yo intento hacer es lo opuesto, que es justamente introducir el misterio, algo con lo que lxs niñxs se queden descolocados. Eso es lo que estimula su imaginación y su creatividad. La mayoría de las películas que programo no son narrativas, no les están contando una historia, eso ya les descoloca de entrada porque la inmensa mayoría de los materiales que ven los niños en la televisión, en las escuelas, son películas narrativas. Programo piezas que conectan muy bien con sus intereses, en México puse como como ejemplo una película de Ute Aurand y su hermana Detel Aurand que es pintora (Fadenspiele I, 1999) una pieza de animación, hecha con arena, con palitos, con cuerdas, que es con lo que juegan los niños más pequeños en el parque, entonces cuando ven una pieza hecha a partir de esos materiales que les son tan familiares, conectan, no importa que la pieza no les esté contando una historia ni que sea relativamente larga y silente, como es este caso.
Este programa —Cinema 3/99— se organiza por temáticas (juegos y juguetes, plantas, humanos y otros animales, entre otros) y empieza ahora su tercer año. Cada año hago dos programas que se repiten, hay seis proyecciones en tres fines de semana distintos. El primer año lo hice yo sola pero también he querido trabajar con otras programadoras que se dedican a la programación infantil, este año los programas los hice con Marie-Pierre Bonniol, ella es francesa, pero vive en Berlín y durante el confinamiento más estricto de la pandemia empezó a hacer programación online para niños, entendemos la programación de una manera muy similar. Es importante mencionar que esto sólo lo he podido hacer en el momento en el que he sido madre, empecé a hacerlo cuando mi hija tenía tres años porque vi cómo eran las proyecciones para niños y echaba en falta otro tipo de propuestas y también porque entendí con qué cosas conectan. En casa yo le pongo cosas de Charles Chaplin o de Buster Keaton o de repente ella se queda alucinada con algunas cosas de vídeo arte, les gusta mucho a los niños ver cómo los adultos se comportan como niños, no se comportan de manera racional y de todo eso está lleno el cine experimental. El caso es no ser prejuicioso y ampliar la idea que tenemos de qué es el cine y de qué cine es apto para un público general, familiar.

LR: En la misma charla comentaste que los niños conectan muy bien con el cine de atracciones, el cine de los primerísimos tiempos en el que lo narrativo no es lo importante, sino lo visual. En ese sentido, nos gustaría preguntarte ¿en qué medida programar cine experimental para niños ha “cambiado” tu manera de ver/entender el cine?, ¿ha cambiado?
GV: La verdad es que no. Más bien, este proyecto me está permitiendo compartir mi idea del cine con un público mucho más amplio. No compartimentar, no decir: “vale, para niños, es este tipo de materiales, este tipo de animaciones narrativas simplistas, buenistas” o que el cine experimental es un cine para iniciados, un cine intelectual o un cine que solo puede disfrutar gente especialista. Eso no es así para nada. Un niño, una niña, puede disfrutar y gozar muchísimo con cine de artistas y con películas de vanguardia y experimentales. Entonces no ha cambiado mi manera de ver el cine, me está ayudando como una herramienta, justamente para intentar abrir las ideas de qué es el cine.
También me interesa mucho la gente mayor que viene a estos programas, que, acompañando a sus hijxs descubren cosas con las que pueden conectar. Quizá nunca hubieran ido a un programa de cine experimental por su cuenta, ni hubieran visto una película de Rose Lowder, por ejemplo, que es prácticamente estructuralista; pero en ese contexto, como que les es más amable.

LR: Hablaste también sobre el ritual del cine: considerar al público, dar una bienvenida a la sala, poner música, presentar (acompañar) las películas. Nos parece que es una forma de crear comunidad, la comunidad también está presente en tu idea de trabajar con otras programadoras, esto es algo que nos interesa en La Rabia porque pensamos formas desde lo colectivo, ¿cómo ha sido tu experiencia en este sentido?, ¿cómo pensar una “comunidad del cine”?
GV: Bueno, es que esto es básico para mí. Es mi mayor obsesión: cuidar a esa comunidad. En Xcèntric, en el programa que hacemos de cine experimental desde hace más de 20 años —ese sí que es más para adultos—, creo que el gran éxito ha sido generar una comunidad, un grupo de gente que viene a ver las películas aunque no conozca los nombres de los artistas cuyas obras vamos a mostrar. También es verdad que existe en Barcelona un colectivo, una comunidad del cine experimental muy fuerte.
En cuanto a lo de los niños, para mí es esencial dar la bienvenida, no concibo que lleguen las familias y vean las películas y se vayan. Yo siempre estoy en la puerta, doy la bienvenida, doy una hoja de sala con información. Pongo música, y preparo playlists ad hoc para cada uno de los programas con los mismos temas: los colores, los animales. Y luego, efectivamente, siempre presento las películas para darles una serie de elementos que tienen que tener en presentes. Por ejemplo, les advierto: “esta película es muda” para que nadie piense que algo está fallando, que es lo que se pensaría si no. O les explico: “en estas películas no vais a encontrar una narración, ¿en qué os podéis fijar en cambio? en cómo están hechas, cómo se mueven los objetos, qué tipo de materiales han utilizado estos cineastas”. Yo creo que eso les ayuda también a conectar con lo que van a ver.
Cuando termina la función hay un debate posterior donde lxs niñxs vienen delante y con un micro —que les encanta— me van haciendo preguntas que yo voy respondiendo, o les hago yo preguntas a ellos y surgen temas que son interesantísimos. Muchas veces sobre temas de técnica, por ejemplo. Les sorprende mucho cómo se mueven los objetos, les explico cómo hacer stop motion, pero también hay temas de contenido, llegamos a hablar de cómo los humanos nos estamos cargando el planeta, o cómo hay que tratar a los animales. Intento que de su propia experiencia puedan establecer un vínculo. Muchos niñxs son muy pequeñxs, intento que puedan establecer un vínculo con su propia experiencia; cuanto más pequeños, me da la sensación de que conectan todavía mejor con este tipo de cine. Luego llega un momento con los que son adolescentes o preadolescentes que tienen demasiado integrado en su cabeza que es el tipo de películas, necesitan buscar esa narración, y si no la encuentran muchas veces se frustran. Por eso, toda esta parte didáctica que arropa en las sesiones es muy importante.