Por: Sandra Lahire
Traducción por Ofelia Ladrón de Guevara y Katy Montoya
Escribo esto en un edificio llamado Darwin building en el Royal College of Art, en Londres. Las aportaciones de Darwin a la ciencia han legitimado la diferencia social entre hombres y mujeres a través de una supuesta justificación biológica. Las Lesbianas fueron excluidas y catalogadas como algo “antinatural” o imposible (basta observar el monumento a la reina Victoria en frente del edificio). Esto es lo que muchas mujeres artistas a lo largo de mi educación me han dicho:
Las mujeres ocupan posiciones en la línea de producción (nunca de liderazgo).
Mientras los hombres toman los frutos de nuestra labor y los usan en contra
de nosotras. Los mecanismos del gobierno, la forma de evaluar los medios de
comunicación, así como las disciplinas fundamentales que tienen que ser
aprendidas son dictadas por la última adquisición tecnológica. Por lo cual, se
trata de parámetros de diseño que no comparten su poder. ¡Apropiémoslos!
No dije nada, ni siquiera lo compartí con un grupo de mujeres que trabajaban
con performance y medios. Temía perturbar una lucha más importante,
esbozada para que yo la llevara a cabo. Ahora sé que lo que está en juego son:
mi cuerpo, mi habitación, el empleo de nuestras hijas y hacer películas al lado
de otras lesbianas —quienes podrían ser también todas las mujeres. Nuestras
lenguas y ojos se entrecruzan en nuestras palabras, en los sabores y olores, en
la inmersión y los mordiscos que disfrutamos juntas. Nuestro trabajo con los
medios crece sin coaccionar a las personas. Así es como nos hacemos
responsables de nosotras mismas.
Sin importar donde esté o de donde venga, mi lengua es lesbiana. No siento
que con ella sea necesario apoyar el debate de los intelectuales de la clase
media. Yo y con quienes he trabajado aceptamos mi identidad lesbiana. Ahora
me toca trabajar mi identidad judía a través de la pregunta: ¿dónde está mi
patria?
Si tienes el dinero y el privilegio suficientes, puedes separarte fácilmente de la
opresión heterosexista. No hay que olvidar, aunque a las feministas blancas de
la clase media les gustaría que lo hiciéramos, que las lesbianas estamos
constantemente amenazadas. “Pasar como” —permanecer invisible o simular
ser heterosexual— es un problema central en la cultura lésbica. A menudo, a
menor privilegio mayor la necesidad de ese “pasar como” para sobrevivir al
duro entorno urbano.
En el complicado ambiente de la década de los 80’s, la reacción instintiva a la
recesión que previno a los negros no ser demasiado negros; a los judíos, no tan
judíos y tanto a los desempleados como las lesbianas los obligó a hacerse
invisibles. Cuanto más nos dejemos expulsar, menos espacio tendremos para
maniobrar y formular nuestras tácticas imaginativas de resistencia. El
momento para hacerlo es ahora, con nuestro trabajo, cuando aún tenemos un
asidero.
Si nosotras no nos afirmamos, la sensación popular es que las lesbianas
deberíamos dejar de ser egoístas y no darnos gozo unas a otras cuando está en
juego el nacimiento de una nación. Sin embargo, fue precisamente al evitar las
estructuras familiares y matrimoniales de la sociedad blanca que las mujeres
negras libres pudieron negociar sus propias formas de autonomía. Esto
contrasta con el marco de los Estados Unidos y sus satélites en donde la
familia ha sido definida como una unidad nuclear; la base del capitalismo.
Para no escondernos detrás de un velo o de distorsiones, establezcamos qué
formas necesitamos y manipulémoslas nosotras mismas. Como profesora, veo
que esto es lo que mejor funciona en una atmósfera de calidez entre mujeres.
Lo que lees son destellos de lenguaje corporal, algunos de autodesprecio que son al mismo tiempo una afirmación obstinada. Y no implica necesariamente que las mujeres se descubran como lesbianas, pero, al tomar esta ruta y mirar las cosas desde este ángulo, el mundo se pone de cabeza. Se trata de darle la espalda a la negación. Adrienne Rich sostiene que cuando dejemos de mentir sobre nuestro amor (sexual o no) por otras mujeres, cuando ya no nos mutilemos para sobrevivir al sometimiento, empezaremos a resistir a nuestra escisión causada por los valores y las leyes basados principalmente en necesidades masculinas. Ella señala nuestra resistencia como un continuum de Lesbianas: una red de acción en las que las mujeres pueden entrar y salir en todo momento, la cual no debe detenerse. Como no ha habido muchas cineastas lesbianas, estudiamos nuestras vidas para mostrarlas a las generaciones que vienen. «Cuando una mujer dice la verdad, crea la posibilidad de más verdad alrededor de ella». Ningún aspecto de la cultura dominante queda exento, todos contribuyen de alguna manera a reforzar la heterosexualidad, ya sea escondiendo conocimiento técnico (la quema de documentos y archivos), o con la quema de brujas (“brujas”, literalmente aquellas que tienen astucia, que saben).
¿Quién era esa gemela macilenta que la miraba a través de la pantalla? Hacía
frío esa noche. La invitó a pasar y la ayudó a descongelarse. Se parecían.
Ser lesbiana no es en sí mismo algo político. Sin embargo, las condiciones en que vivimos como mujeres son susceptibles al cambio político porque pueden considerarse producto de la sociedad y no predeterminadas por la naturaleza. Se trata de politizar activamente las áreas de nuestras vidas que asumimos inmutables.
El sexo entre mujeres abre vías de comunicación y fortalece los lazos con los cuales se disputa cada asunto. Una puede preguntarse: ¿la preferencia sexual condiciona tanto nuestra identidad? La esencia humana es el ensamblaje de nuestras relaciones sociales. La sexualidad es una relación social.
Si nuestro trabajo fuera ambiguo, nos arrastraría de regreso a un falso continuum, no lésbico. Al ser directo nuestro trabajo iluminamos entre nosotras otros territorios a los cuales ya no les podemos permitir que se oscurezcan.
Las lesbianas deben intentar minimizar las posibilidades de que el contenido radical sea percibido a través de una sola óptica: “el lesbianismo”.
Bajo la premisa de que la cultura de la resistencia utiliza todos los medios a su disposición, la cultura lésbica —si no es censurada, soterrada o invisibilizada— es “tolerada” o imitada de una forma colonialista con fines comerciales o artísticos. Como alguien que sobrevivió a la anorexia, soy sensible a todas las formas veladas de manipulación hacia las mujeres.
Nuestra lucha surge y se mantiene a través del discurso de las mujeres. Esto debe extenderse para lograr una interferencia sobre los milenios en los que los hombres han hablado. No somos una abstracción en el debate psicoanalítico de los hombres. Al reír, al trabajar, al tocarnos estamos poniendo primero nuestra salud mental. Espero que nuestras voces confundan a quienes apoyan a este estado policial.
Es un alivio sentirse enraizada frente a la mirada alienante de propiedad a la que las mujeres estamos sujetas en cualquier momento del día o de la noche.
Lejos de ser un enigma para nosotras mismas (como se nos presenta ante los hombres), estamos restringidas por una doble atadura mediante un lenguaje masculino que es tan estrecho como el ático de Grace Poole. La catatonia sería el resultado: el gesto de una lunática que tiene que separarse de su lenguaje y eventualmente suicidarse: “Las palabras secas y sin jinete/ los infatigables cascos-trampa”.
¿Cuál fue el precio de sujetarse a la ley del padre? La violencia y la negación del cuerpo de mi madre y los vínculos afectivos a través de los cuales clarificábamos las imágenes de cada una. Una madre es una mujer, no un blanco fácil para nuestra ira reprimida. Sin hijos, soy una mujer.
¿Qué es lo principal: “madre” o “lenguaje”? ¿O “falo como significante”? El cuerpo femenino es completo, no está determinado por el falo. En última instancia, la perspectiva lacaniana es redundante para las Lesbianas. En principio porque depende de la clase social, y también porque hace una clasificación en donde la influencia de la madre es tan primaria como un jeroglífico. Pensemos en dos mujeres imaginándose juntas: sus labios hablando al mismo tiempo; quizá en conflicto, pero creando un discurso en sí y para sí mismo. No inserto dentro de un esquema psicoanalítico de construcción de la feminidad. Por ejemplo: los roles entre madres e hijas.
Se me impuso, y ante la ausencia de una teoría del significante, decidí mandarlo al carajo. Y así lo hice.
Aún ahora, existe un apoyo limitado a las parejas de Lesbianas (excepto dentro de la misma comunidad). Cualquier problema de pareja exhibido en público se le relaciona con el hecho de ser lesbiana. Nadie lo relaciona con la forma de construir desde la propiedad, es decir, que la heteronorma se haya colado y hecho agujeros en la relación entre lesbianas. O quizá el problema sea las relaciones una a una; o que las mujeres tienen una relación mientras están en la escuela de arte. Las mujeres estudiantes que consolidan el valor de las demás son una ventaja de la cual sería mejor prescindir en pro de una cultura que prefiere fragmentar el cuerpo y hacer de esos fragmentos fetiches lucrativos. Un aspecto que nuestra práctica ha intentado operar a través del propio estereotipo (sin cambiar las lecturas que tenemos de ellos) es mostrar las contradicciones que hay. Para lo anterior es necesario pensar contradictoriamente para así poder creer en ellos. Los mecanismos que controlan los estereotipos nunca se exponen a sí mismos, lo cual es también cierto para la práctica “experimental” heterosexual.
Como mujeres que filman mujeres, lo que necesitamos ahora es recuperar la integridad de todo el cuerpo, lo cual tanto Chantal Akerman como Helke Sander han llevado a cabo. El concepto de “narcisismo” fue acuñado por Freud en su teoría sobre la libido para describir una situación en la que el ego vuelve su energía sobre sí mismo. Sin la experiencia compartida de ser una mujer, algunos espectadores son incapaces de ver una aportación en el trabajo de las lesbianas, catalogándolo entonces como mero narcisismo (en el sentido de estar atrapadas en nosotras mismas o de satisfacer únicamente nuestro ego). ¿Cómo pueden las mujeres, socialmente comprometidas, producir obras que se enfrenten a esta visión tan estrecha del narcisismo que es fomentada por el mundo del arte y promovida por los aparatos de video? Regresar la cámara al mundo, sí, y si resulta opresiva, hay que girar el monitor hacia la pared, o manipular las imágenes de muñeca Barbie que nos venden. En el caso de las mujeres que trabajan con material autobiográfico y la autopercepción, es necesario que giren la cámara hacia sí mismas, sin que esto signifique que están reforzando el fetichismo masculino de ciertas partes de sus cuerpos. Ellas se oponen a las imágenes que la sexualizan al construir un diálogo con los aspectos de sí mismas o mediante dobles, gemelas o alter- egos, tal y como Sylvia Plath lo hace en The Bell Jar. El espejo es un método de discernimiento sensato capaz de cristalizar una gemela a través del diálogo interno. Lejos de imitar la auto-obsesión y el narcisismo masculino, una mujer que trabaja consigo misma y dedica su amor propio a otra mujer, en vez de buscar obtener poder a través de los hombres, está logrando la auto-reflexión necesaria para así alcanzar la autodeterminación y el cambio político. Los hombres que se sienten “excluidos” de este trabajo de mujeres culpan al elemento Lésbico presente, a la autonomía completa a través de la cual las mujeres abordan cuestiones sociales como el trabajo, las armas nucleares y el cierre de minas.
Volviendo una vez más al Cuerpo Lésbico, recuerdo Focci, de Jeanette Iljon, en el que se aborda la relación de una misma consigo y con las otras. Y cierto trabajo de Chantal Akerman en el que ella utiliza una cámara fija contraponiéndose al placer hitchcokiano demirar asociado a técnicas tradicionales o “experimentales” como primeros planos, cortes rápidos, zooming, pandeo, tracking (pueden ver los anuncios, promociones, así como los discursos “experimentales” cinematográficos masculinos). Por cada razón mencionada hasta ahora, encuentro ofensivo en el trabajo de Stephen Dwoskin’s, y en varias películas de Godard también, cuando juegan con imágenes de mujeres aparentemente solas, pero que son penetradas por la cámara masculina con tanta violencia inmanente como la escena de la ducha en Psycho.

Mujeres que filman mujeres: nuestra propia sexualidad
Mediante esta negación, creo que este trabajo me presiona a dejar una huella positiva en donde se relacionen la libertad emocional de las mujeres y la libertad de la sociedad misma. Esto es una gran satisfacción para cualquier espectadora: hace irresistible el cambio, la revolución en el mundo material.
Pensé que se trataba de una especie de letargo que me embotaba, o de una fuerza represiva. Sin embargo, terminé por entender que se trataba de una energía que me golpea como un brillo helado. Estoy paralizada, atrapada por un breve instante dentro de su enfoque brillante. Mi respuesta parece ya establecida, está delineada por diferentes escenarios políticos. Paralizada, me pongo nerviosa. Debe de ser obvio para cualquiera que mire. Lo llevo tatuado en la boca y en los ojos. No estoy segura de qué vendrá después. No importa. Por mucho tiempo he vuelto a mirar hacia los viejos caminos. ¿Dónde? La cosa es caer, empujar hacia esa luz. Este sentimiento (y todos los sentimientos semejantes) no son transgresiones.
Ya no hay tiempo para ese limitado “romance” que se alimenta al ser prohibido. Mis sentimientos positivos y Lésbicos se han formado con mi trabajo. Aprendes de ti misma mientras realizas el trabajo con los materiales alrededor de ti: instalaciones, películas y performances. Este proceso de aprendizaje se convierte en parte de lo que le da significado a tu trabajo.
Lo erótico a menudo ha sido mal entendido por hombres y usado en contra de
las mujeres. Se ha convertido en lo confuso, lo psicótico, en una sensación de
plasticidad. Por esta razón, hemos evadido la exploración de lo erótico y, al no
considerarlo como un recurso de poder e información, lo hemos confundido
con su opuesto, la pornografía. [1]
Estamos filmando imágenes para nuestra sexualidad: existen más respuestas como sostener y tocar las manos.
No como los espectáculos públicos como el ahorcamiento, la violencia, el asesinato
Sin hacer un espectáculo público sobre nosotras,
Si no la visibilidad y la forma en que se entrelazan nuestros trabajos con nosotras
mismas,
Permiten que nuestros pensamientos se cristalicen.
Ella necesita de compresas calientes para sus ojos por lo menos, debido a la escasez de películas sobre Lesbianas y la necesidad de hacer un rescate del trabajo Supergirl. Lesbianas aisladas, sin las particularidades de encuentros sociales más amplios, se convierten en abstracciones en cualquier debate sobre la sexualidad en el trabajo de los medios de comunicación.
Nuestro trabajo dentro de los medios de comunicación no es solamente crear imágenes positivas sobre Lesbianas, sino también se trata de un impacto positivo guiado hacia la acción. Siendo así de condenadas ya no somos una opción tan bienvenida para el diseño y orientación de la educación. Y, aunque quizá nos echen a las calles tras nuestra breve intervención en el Royal College of Arts, es un inicio para comenzar a ser visibles y ganar presencia. Estamos escuchándonos entre nosotras mismas y tejiendo una imagen-poema de retazos de protesta.
Dentro del campo de Medios de Medio Ambiente que está logrando romper los muros, estoy recuperando un espacio para una voz Lesbiana. ¿Adónde irán todas las mujeres universitarias con las que dialogué sobre esta situación? Las lesbianas no son un club exclusivo ni un gueto, sino el deseo de todas las mujeres por expresar plenamente sus cuerpos y lenguaje. No estamos de acuerdo con la categoría de mujer definida por la teoría masculina (y pensamientos derivados de ella), en la que se define a la mujer por una falta: de poder, de pene, en relación siempre negativa al jolgorioso desfile de la historia del arte masculino y la historia del diseño. A través de esta negación mediante un sistema de caballerosidad feudal, que no utiliza nuestro discurso sobre el cuerpo y de amar/y ser amada, utilizo imágenes fuertes —a veces al enojo— para hablar sobre nuestras vidas. Es esencial que seamos como un espejo de las otras. Oírnos, sentirnos. Muchas imágenes sobre el sentirse encajonadas, atadas. Juntas
explorando los confines solitarios de las otras, juntas tejiendo un espacio grande.
Habitaciones dentro de habitaciones, las ventanas abiertas en diferentes direcciones. Los hombres siempre han querido identificar una jerarquía y un “ismo”, y las mujeres en los campamentos de la paz y en Women Challenge Film y en TV Education no dieron cabida para ninguno. Compartiendo fuerzas, decimos la misma cosa de forma distinta. En cualquier momento dado de la escala temporal, hay siempre una mujer guiándose a sí misma a través de sus asesores masculinos como si fuese por un hilo.
Estaba sola y quería expresar mis sentimientos de Lesbiana en el edificio Darwin. Era un sentimiento tan intenso que incluso me molestaba lo arraigado que eran las costumbres de caballerosidad en los roles entre hombres y mujeres… y esto de las “rubias” y “pelirrojas”. Surgió un abismo dentro de mí. Ahora ese abismo es un espacio en donde hago girar mis imágenes. La oscuridad de este pozo interior contiene todos los colores. Nunca quiero escucharte decir que la negritud es el color de la desesperación y la negatividad.
La postura de una Lesbiana Negra, cuando se trata de trabajar con y para gente blanca es fundamentalmente diferente de la de las lesbianas blancas. Soy una mujer blanca, sin embargo, pienso que cualquier trabajo en el Royal College of Art será limitado cuando la cantidad de mujeres Negras o de color no es suficiente.
Recuerdo claramente cuando tenía nueve años y ella tenía doce. Nos besamos y acariciamos y les jugamos bromas a los niños y, también, a los mayores.
¿Las Lesbianas no están oprimidas por la Ley…?
Las prácticas anti-Lésbicas van desde la omisión verbal hasta la violencia física real. En la educación mediática, las imágenes de Lesbianas representan la última amenaza para el orden patriarcal: la independencia de todo su debate histórico-artístico basado en la propiedad del cuerpo femenino y la explotación de su trabajo.
En el trabajo, en particular, las profesoras nos vemos permanentemente obligadas a ocultar nuestra identidad Lesbiana. Esto significa vivir en una tensión constante, mientras seguimos siendo objeto de actitudes y comportamientos anti-Lésbicos por parte de colegas, empleadores, técnicos masculinos (que son la mayoría de los técnicos) y críticos parásitos del establishment artístico.
He aquí las propuestas de un Grupo de Personal para su inclusión en una declaración escolar sobre el sexismo, adaptadas a la enseñanza superior y artística:
Las alumnas Lesbianas deben ver su sexualidad reflejada positivamente en la
sociedad de la escuela, y se debe animar activamente a todos los alumnos a ver que su
sexualidad puede ser una cuestión de elección positiva. La mejor manera de
conseguirlo es que los profesores gays y las profesoras Lesbianas sean visibles en la
escuela. Esto significa que no se les debe presionar para que lo oculten a los alumnos
o para que permitan que los alumnos hagan suposiciones erróneas sobre su
sexualidad. Su decisión de salir del clóset debe contar con el apoyo activo de todos los
miembros del personal incluyendo al rector.
En ningún caso se debe hacer sentir que ser Lesbiana es una actividad siniestra («siniestra» en el sentido de McCarthy, no en el de subversiva y transformadora). La homofobia a la que se enfrentan las jóvenes Lesbianas en las universidades no existe en el vacío. Todo forma parte de una respuesta y una actitud aprendidas y asimiladas en nuestra sociedad a través de formas sutiles en los medios de comunicación dominantes.
Las profesoras Lesbianas, tanto si han salido del armario como si no, son útiles como modelos de conducta, implícitos, de apoyo, etc. [2]
El Grupo de Profesores Gays presentó la siguiente moción en la Conferencia Nacional del NUT de 1984:
Esta Conferencia rechaza toda discriminación por motivos de orientación sexual y da instrucciones al Ejecutivo para que apoye enérgicamente a todos los profesores
discriminados por estos motivos… La Conferencia también da instrucciones al
Ejecutivo para que promueva actitudes constructivas y positivas hacia la
homosexualidad en los programas escolares. Además…presionar al TUC para que
incluya la orientación sexual en su modelo de Cláusula de Igualdad de Oportunidades.
Hasta ahora, ninguno de los sindicatos de enseñanza tiene una política sobre los derechos de las profesoras y alumnas Lesbianas. Algunos profesores y algunas LEA (sobre todo la Inner London Education Authority, si sigue intacta) están abordando esta cuestión. Consigue una declaración clara de apoyo de una sección local. [3]
Nada contribuye tanto a las actitudes anti-Lésbicas y al autodesprecio de las Lesbianas y al descuido de su sexualidad como a un sentimiento de inseguridad con respecto al mundo laboral, la ley y la actividad sindical. Sí, una Lesbiana que trabaja para fomentar la fuerza de las mujeres en una universidad de arte ha recibido, incluso ahora, el apodo de «él» (es extraño que esto parezca inusual, ya que el término genérico «él» suele englobar a «ella»). A menudo, tenemos ganas de quedarnos en casa, o nos asustamos al volver tarde de nuestras exposiciones y reuniones, porque no nos acompaña la caballerosidad de un hombre. Al mismo tiempo, los hombres parecen tener miedo de la mujer fuerte y de su sexualidad autónoma.
Las madres Lesbianas deben adaptar el trabajo a la crianza de los hijos, que no son una abstracción durante las «horas de trabajo». Los hombres han estado llevando a cabo un debate en los colegios en el que podemos entrar cuando no estamos en casa. Esta es la condición social a la que debe oponerse el trabajo realizado por mujeres, ya que de lo contrario tenderá a considerarse una «prueba» de cierta feminidad esencial (esencialmente inferior), o bien un «logro» especial, como el de los animales de circo.
Ser Lesbiana no es una opción suave. Sorprendentemente, también tenemos tareas domésticas que hacer, facturas que pagar, niños que llevar al colegio, enfermos a los que cuidar. El anti- Lesbianismo se produce cada vez que se examina de forma insolidaria la crianza de nuestros hijos y cada vez que se da por sentado que lo que deberíamos querer es criar niños «normales»… el argumento para negar a las Lesbianas la custodia de nuestros hijos. Las madres no tienen por qué ser sólo madres. Nuestro acceso al trabajo no debería verse limitado por el acceso a guarderías y por las expectativas masculinas de lo que es una «buena» madre.
Mi esperanza es que cada profesora y alumna que decida permanecer con un hombre le exija que la trate como a una persona que tiene las mismas necesidades que las Lesbianas han estado reivindicando. Sólo así podremos adquirir toda nuestra fuerza herética.
Recurrir al cliché mágico del pensamiento masculino – «no son los hombres los que oprimen a las mujeres, es el sistema capitalista»- es una evasiva y una negación de la responsabilidad de los hombres que viene de lejos. Por supuesto que es el sistema capitalista el que nos oprime. Pero este «sistema» es un conjunto de acciones y actitudes de las personas. Se está desarrollando una percepción subversiva del orden de las cosas. Los hombres siempre quieren identificar y recuperar una jerarquía y un «ismo», pero todas somos portavoces. A la inversa, somos libres de ver a los hombres como personas que pueden cambiar y no como atormentadores fijos, proveedores, amantes y, lo peor de todo, jueces de nuestra validez. Temer el conocimiento de nuestro propio amor Lésbico es temer el conocimiento de nuestro trabajo en el arte de la performance y en los medios de comunicación.
La sexualidad entre mujeres abre más canales de comunicación y refuerza la red a través de la cual lograremos cambios materiales. Nuestro continuo Lésbico:
Paradigmas,
espejos plegables,
amores múltiples y en serie,
idas y venidas por las habitaciones
dentro de las habitaciones
…y el cotejo continuo, no una línea argumental actual. La única línea es una Línea Lésbica.
Notas:
1 Audre Lorde, “Uses of the Erotic: The Erotic as Power”, 1979.
2 Woman, 17.
3 NUT: National Union of Teachers, TUC: Trade Union Congress, LEA: Local Education Authority,
ILEA: Inner London Education Authority.
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Publicado en Hilary Robinson (ed.), Visibly Female: Feminism and Art, 1987