Defender lo sensible, reivindicar la protesta

Por: Mercedes Orden

Cualquier intento de resistir la captación de la lucha feminista debe empezar por introducir una perspectiva feminista diferente -una nueva teoría- una que no esté determinada por la ideología del individualismo liberal.

bell hooks en Teoría feminista: de los márgenes al centro.

I

La Rabia me invita a escribir este texto en representación de La tierra quema -espacio de crítica cinematográfica que edito- y siempre la página en blanco me transmite el mismo temor: ¿Qué puedo decir yo? Abro el libro de Marguerite Duras, me dejo interpelar por un fragmento: “Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos -solo lo sabemos después- antes, es la cuestión más peligrosa que podemos plantearnos. Pero también es la más habitual”.

En el punto final de cada texto comprendo lo que quería decir acerca de una película o tema, el vago punteo inicial en forma de torbellino de ideas cobra un sentido, las citas de esconderla autores se acomodan, entran en juego con la totalidad. ¿Qué escribir? ¿Para qué público? ¿Con qué intenciones? son preguntas tan difíciles de ser resueltas como inevitables de ser consideradas a la hora de acercarse a la hoja o la computadora. Antes de entender en qué dirección avanzarán las palabras, lo único que tengo por seguro es que escribir implica un compromiso. Siempre se toma una posición, aunque a veces se intente esconderla. Lo explica Roland Barthes con claridad: «La crítica no es hablar justamente en nombre de principios ‘verdaderos’, de ello se deduce que el pecado mayor, en crítica, no es la ideología, sino el silencio con que se la encubre. Ese silencio tiene un nombre: la buena conciencia, o, por así decirlo, la mala fe». 

Nunca tiendo a la objetividad, sino que intento exponer la huella enunciativa de la forma más clara posible. En tiempos donde el individualismo se disfraza de libertad para hacer peligrar lo colectivo, pensar en cómo se construye la voz propia implica una toma de posición. Se trata de ser conscientes y manifestar de manera sincera las temáticas e imágenes con las que somos contemporánexs, las lecturas que nos alcanzan, los films y autorxs que rescatamos, los contextos en que estamos insertxs. 

A su vez, defender las causas que nos representan, criticar las problemáticas que nos atraviesan, entrar en diálogo con otras miradas que profundicen e interroguen el estado de situación de mi país, de América Latina, del mundo y del cine se vuelve urgente en este escenario. Escribir es algo mayor, una invitación para pensar junto a otrxs, a la vez que nos entrega una herramienta de expresión, pero también de protesta. Una oportunidad para buscar en lo que incomoda -de una película o del presente político, económico, social y cultural- para preguntarnos el por qué y proponer más preguntas que clausuras.

II

En épocas donde las plataformas ofrecen una alta cuota de contenido feminista y la lista de la revista Sight & Sound 2022 posiciona a Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (Chantal Akerman, 1976) como la mejor película de todos los tiempos, ocurre asimismo que hediondos discursos de ultraderecha señalan como amenaza a las mujeres junto a otras minorías. La contradicción está planteada, la confusión es total: mientras la potencia del movimiento feminista ocupa cada vez más espacios, la respuesta de algunos sectores es un sentimiento de odio que llega hasta el límite de amenazar los derechos legítimamente conquistados.

Como explica bell hooks (2020) en Teoría feminista: de los márgenes al centro: “Es evidente que la sociedad responde mejor ante las exigencias ‘feministas’ que no suponen una amenaza, que puedan ayudar a mantener el statu quo” (p.55). En el capitalismo actual evidenciamos una acción de captura que incluye al feminismo con el fin de neutralizarlo, de extraer los recursos que necesita del mismo y, a la vez, apaciguar sus demandas. Resulta prioritario, en este contexto, que además de ocupar las mesas de las librerías -anteriormente reservadas a los bestsellers– interroguemos y problematicemos los discursos superficiales con el objetivo de proponernos una mayor cantidad de críticas que exhiban el descontento frente a una peligrosa tendencia ideológica intolerante, xenófoba, homofóbica y antiderechos.

Lo políticamente correcto captura a ese feminismo de las superficies que no pretende llegar a ninguna cuestión de fondo y plantea una falsa inclusión al convertirlo en objeto de discurso, pero deja por fuera al feminismo plural que comprende la importancia de poner en tensión otras problemáticas que lo atraviesan. Si confirmamos su potencia, entonces, debemos tener en claro qué horizontes crea y cuáles excluye con la finalidad de pensar en conjunto una crítica que promueva un compromiso cada vez mayor respecto a lo colectivo y a las múltiples formas de pensar las violencias que emergen en un tiempo presente en continuo movimiento.

III

Un clima de época maquínico, representado por las mediaciones electrónicas, es acompañado por la precarización laboral, la desterritorialización y el capitalismo tecnofinanciero-extractivista de este presente post pandémico. En medio de un sentimiento de confusión e hibridez producidas por abstracciones e intercambios digitales, la corporalidad va perdiendo lentamente sus lugares. 

En dirección contraria, la dimensión sensible emerge como un centro de resistencia. Desde allí podríamos posicionarnos para oponernos a un mundo individualista cuyo discurso promueve un tipo de ideología del ‘sálvese quien pueda’, que pendula entre liberal y conservadora’. El arte no está exento de esta ideología, tampoco la crítica, sino que resultan sintomáticos del presente que construimos. Junto a esta dimensión, pensar el acto de habitar nos ayuda a cuidar esos espacios cada vez más dispersos y acotados. Habitar las salas, los textos, los medios, los debates es una forma de implicarnos, de poner el cuerpo en tanto estrategia creativa, planteada en múltiples dimensiones, desde donde entrar en diálogo con otrxs y poder acercar nuestro punto de vista. 

En tiempos en que una reseña cinematográfica puede ser escrita por un sistema de lenguaje de Inteligencia Artificial como ChatGPT, quizá sea el momento de detenernos a reflexionar acerca de lo que implica nuestra mirada, de cómo nos implicamos, al entrar en contacto con otros modos de ver, de articular las subjetividades, los territorios, los imaginarios y deseos que se construyen en cada obra. En ese extraño escenario del que estamos siendo testigxs podemos resistir también desde el malestar, hablando desde nuestras diferencias, como diría Pedro Lemebel, volviendo sobre la importancia del punto de vista, ejerciendo una crítica que agudice los sentidos a la hora de exponer nuestra percepción acerca de lo que pasa a nuestro alrededor.

El pensamiento crítico feminista es una oportunidad para contemplar nuevas formas de defender lo sensible y reivindicar la protesta como respuesta a las amenazas de ideologías que intentan naturalizar el aumento de la desigualdad y la supresión de las disidencias -aunque simulen fomentar espacios para la inclusión-. Seguramente ello no lo lograremos mediante el camino de las abstracciones ni del individualismo, sino desde una solidaridad política entre mujeres. Recuperar el gesto de compromiso en cada acto puede propiciar a que el “No pasarán” pierda su categoría de consigna, para convertirse en una lucha real compartida entre compañeras y una respuesta contra todo tipo de violencia y fascismo. Valorar su potencia en tanto acto creativo contribuye a promover una crítica comprometida con las obras, pero también con su presente, que no sea capturada por el orden establecido, sino que se mantenga independiente, coherente, exhiba una perspectiva plural y se muestre enérgica a la hora de oponerse y problematizar cualquier tipo de dominación.

Bibliografía: 

Barthes, R. (1967).»¿Qué es la crítica?” en Ensayos críticos, Barcelona, Seix Barral. 
Duras, M. (2006) Escribir. Buenos Aires: Tusquets Editores.
Hooks, b. (2020). Teoría feminista: de los márgenes al centro. Madrid: Traficantes de sueños. 

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