Por: Candelaria Carreño
10/11/2023
“Los rodajes y los festivales están signados por la convivencia hasta compartir lo más íntimo. Todes juntes yendo de un lado al otro, comiendo la misma comida, durmiendo a las mismas horas, atravesando las mismas inclemencias climáticas, durante días, semanas, meses. Terminamos todes pareciéndonos un poco; la piel va tomando los mismos tonos, los cuerpos van acumulando los mismos cansancios. Cuando eso llega a su fin, esa vida desaparece, se acaba por completo, se pierde todo. Quedan algunes amigues, pero ese pueblo que formamos con tanta convicción se extingue luego de la última fiesta.”
Las palabras no son mías, se las robé a Albertina Carri, de una carta que le envía a Esther Díaz en su epístola titulada Las Posesas (Caja Negra, 2022).
Esme,
Tu texto cerraba con la imposibilidad de los adioses, herencia que deriva del cortoplacista sentir de comunidad que generan los festivales. Yo recordé a Carri, en sus palabras más sabias y experimentadas. Sin embargo, hay algo de su desapego hacia el final que me deja inquieta. ¿Llegaremos a sentirnos así algún día? ¿Tendremos muchas más cantidad de festivales a cuestas? ¿Quién recorre los pasillos del cine? Espero que el desapego nunca sea una manera de querernos.
Desapego, tierra, identidad, creencias, memoria, olvido, esas palabras que están enunciadas y rondan en tu texto inicial, Esme. Esa comunidad, ese pueblo imaginario que camina de sala en sala, se regala también su propio espacio para el cotorreo de recomendaciones. Así vamos llegando a las películas, con pocas horas de sueño, echando bostezos en las salas, y permitiéndonos breves siestas entre plano y plano. El foco de Ana Mariscal. Traes a los personajes de El Camino (1963), como quien atesora algo que ya quedó muy adentro. La misma sensación tuve con Segundo Lopez y El Chirri, entrañables personajes de Segundo López, Aventurero Urbano (1953) la segunda (y únicas dos) películas del foco de esta directora española. Mariscal filma con delicadeza y solvencia por igual, los momentos de mayor ternura como los más desoladores. Como si eso fuera poco, maneja tonos de comicidad magníficos, que nos hizo reír con ganas en las salas. Toma el pulso de la España rural, como el de la metrópolis madrileña y acompaña a estos personajes, laterales y marginados, por zonas recónditas de su país, incluso devastadas por la posguerra, ecos resonantes del neorrealismo italiano; no es extraño que sus películas no tuvieran buena aceptación en aquella época. Las imágenes de los quijotescos Segundo y Chirri, en los planos finales, donde se los equipara desde el punto de vista con la altura de los edificios de la metrópoli, merecerían un texto aparte. Y traes a la Uca, la niña pecosa enamorada de Mochuelo, a quien odiamos cuando, con crueldad maldice las pecas de la pequeña Maribel Martin, pero volvemos a abrazarlo cuando, pasados los recelos de la lengua envenenada y adolescente, le dice que son, palabras más palabras menos, lo más lindo que tiene: que no se saque nunca sus pecas. Uca me hizo acordar a mis herencias; Uca se llama una tía de mi abuelo materno. La Tía Uca. Es raro, no es que recuerde a la mujer por algo en particular, pero su nombre siempre me pareció extrañísimo. Cuando volví a escucharlo en la película me relamió a España. España. España. España. ¿Sabías que, por más que El Camino fue censurada, Ana Mariscal tuvo ciertos guiños con el periodo fascista? Fue la actriz de Raza (José Luis Sáenz de Heredia, 1941) largometraje portavoz del ideario franquista, y no faltó oportunidad para que públicamente avalara este periodo fascista de la historia española. Ana Mariscal es una figura contradictoria en este sentido. Sin embargo, las películas que descubrimos en su foco, parecen abrazar un humanismo –contrapuesto y ambiguo– que se ubica en la vereda de enfrente de premisas autoritarias y militaristas.
Hace tiempo estuve mirando documentos viejos de mi familia. Recorro un viejo archivo, ahora digitalizado: llegada en barco de mi tatarabuelo: inexistente. Fojas legalizadas por el sistema TAD: defunción y fallecimiento: Amalia Corredera Ruano. Mi bisabuela. Su papá llegó directo de España. Viajaba con su hija mayor, para asentarse aquí, y luego volver a buscar a parte de la familia (que incluía esposa e hijos) que lo esperaban en su Salamanca natal. Nunca volvió. Acá conoció a otra mujer y tuvo, entre otros hijos, a Amalia, mi bisabuela. España, España. España. Quiero (queremos) tramitar la doble nacionalidad con mi familia. Nunca pensé querer irme de mi país, pero hace unos meses, tengo mucho temor por nuestro futuro. La Ley de Memoria Democrática española permite el trámite incluso delineando varios linajes para atrás. Pienso en las razones por las que necesitaría irme: silabeo de-mo-crá-ti-ca. Ley de Memoria Democrática. Un frío escozor me recorre el cuerpo.

España. España. España. Casualidad o no, pasado que acecha y (re)vuelve, en mis cortos cuatro días de Festival gran parte de las películas que vi fueron, efectivamente, españolas. Desapego, tierra, identidad, creencias, memoria, olvido. No fue intencional, pero ahora me permito dudar de lo potencialmente azaroso de esa elección. La imagen permanente (Laura Ferrés, 2023): lo que vuelve del pasado inconsciente e insistentemente, repetido en gestos, fotografías, modos, caminos que se cruzan. La maternidad de Antonia, resentida, dejada de lado, sexualidades oprimidas por una España franquista, donde se meaba arriba de posibles cuerpos enterrados (¿será que alguno de mis familiares anduvo esas tierras, espigó y labró los campos, caminó, sin saberlo o quizás dudando, sobre fosas comunes?). Sobre todo de noche (Victor Iriarte, 2023) un neo noir, policial contemporáneo, vuelve sobre la temática de la maternidad y la apropiación de niños, retomando el oscuro episodio de la historia española. Un poco de Madres Paralelas vibes, pero marcado por una decisión narrativa y formal bastante diferente a la de Almodóvar. Y, sobre todo –como llegamos a la conclusión después, hablando en los pasillos y baños del Aldrey– atravesada por una línea estética que, quizás peque de ignorante pero, es visible en ciertas producciones audiovisuales contemporáneas españolas, resonando similares a Espíritu Sagrado, algo de ese humor bizarro, de retórica cínica pero movilizante, de Chema García Ibarra. Me quedo pensando si ese lenguaje similar es algo a destacar como rasgo positivo, o más bien otro sesgo más de productos envasados que circulan en festivales de cierto tipo alrededor del mundo. No me atrevo a dar un veredicto. No lo tengo, ni tampoco creo que sea necesario. En el mientras tanto, la discusión se hace válida.
España. España. España. Desapego, tierra, identidad, creencias, memoria, olvido. Quizás me fui un poco por las ramas. Quizás no: seguramente. Sin querer pecar de cipayaje foráneo, en el último tiempo, me di cuenta que mi historia también se mide al paso y peso de mis ancestras europeas, sin por eso desmerecer lo propio de nuestro territorio. Algo en tus palabras iniciales marcó el ritmo y el tono de todo eso que estuvo dando vueltas en mis días de festival. Mar del Plata es ciudad costera; con Kari –compañera parteaguas en mi camino y en especial en este viaje marplatense– enlistamos, tomando mates en la playa, los festivales que cuentan con vistas de ciudades con horizonte líquido. Es hora de que este texto siga lanzando su botellita al mar.
Antes de irme, pienso en todo aquello que circula alrededor de los festivales y que no termina de ser palabra escrita pero que, sin embargo, contornea algo parecido a la crítica de cine. Me refiero específicamente al paratexto: a ese alrededor de las películas que, luego se moldea en palabras más sólidas, posiblemente de lectura pública (o no). Son parte de ese pueblo-comunidad que se construye en los festivales, con los que vamos mutando y cambiando los mismos tonos de piel, y horas de disfrute entramadas con el cansancio. Algunas de estas cosas hablamos, con amigos, y especialmente con Milagros Porta. De lecturas compartidas, de dónde ubicar nuestras voces en la comunidad festivalera, de influencias y búsquedas de nuestras propias referentas en el ámbito de la crítica. Junto a ella vi mi última película, conformando esa comunidad que recibe recomendaciones y veredictos y va construyendo de a pie, su propio recorrido. Me pregunto si resonará con algo de todo lo escrito hasta aquí, junto a Esme.
Moli,
me da mucha intriga saber cuál fue tu recorrido,
si podes
regalarnos algo
de tu escritura, compartirnos
tus vestigios del festival
lanzo mi botellita al mar, espero leerlas
adiós, adiós, me voy, me voy