Por: Esmeralda Reynoth
9/11/2023
1
Ni una sola nube
Llegué a Mar del Plata, el sol brilla y ni una sola nube. Me sorprende como el azul se refleja en las vitrinas y cae perpendicular sobre las ventanas de nuestro departamento. Yaela, Laura y Mayaan, son mis compañeras de vida durante el festival; se le suma Sofía, mi amiga mendocina que ya se está volviendo costumbre ver allí. Cada una a su ritmo planifica y es leal a su estado; a veces juntas, a veces separadas, a veces en pares. Sin embargo, después de cada función, volvemos al encuentro.
Leí en el diario del Festival, que Graciela Borges dijo: “la única cosa que verdaderamente me reconforta, lo más lindo, es encontrarme con ustedes”. Algo así es mi sensación: ustedes.
2
Un presentimiento
Pienso que una siempre tiene que estar a salvo, aún cuando el deseo presupone al mismo deseo. El dolor, como pieza constante de la vida deriva en alguna ola de un mar nunca visitado, que se va solo, solo
Esta vez, una sola vez vi el mar a través de un vidrio transparente lleno de gotitas. No me arrepiento. Estuve en el cine muchas horas y allí vi mares.
3
A Candelaria
Cande, justo quería escribirte porque sé que viste el foco de Ana Mariscal. También, agradecerte por ponerlo en mi marco a través del primer audio que me enviaste durante el festival. Me pasó mucho con esas películas. Encontré tanta belleza, que se me vuelan las palabras; como si una debiera correr atrás de ellas, dejando ir casi siempre a la mayoría. Quiero hablarte del personaje que me conquistó: Mariuca Uca, la nena con pequitas. No me la puedo sacar de la cabeza en ese último plano en el que se le caen las lágrimas en medio de una sonrisa.
No sé cómo lo viste, pero el tema de la Memoria (así con mayúscula) que se celebró en esta edición, de verdad no me dejó de aparecer como hilo conductor entre peli y peli —al menos las que yo vi—. Y no sé si lo pensaste, pero en El Camino (1963) se toca el tema del olvido, en un diálogo con el territorio y la identidad; creo yo, que también es una forma de hablar de la memoria, de no olvidarse de donde es una, y de los porqués del desarraigo. Pero sobre todo, quiero pensar que la película se monta en la memoria del amor, o en otras palabras, el olvido de aquellos a quienes hemos amado.
Esa última imagen de Uca, ese adiós, me recuerda mucho a las lágrimas que Godard nos mostró en ese plano icónico, en donde Anna Karina se emociona con la Juana de Arco de Dreyer. Qué lindas son las lágrimas en el cine, ¿no? Veo ese momento de Uca y Mochuelo gritando desde la calle a la ventana; y siento que «el no me olvides» es un abismo. ¿Cómo enterrar ese final abierto? ¿Será que Mochuelo regresará al pueblo? ¿Que nunca la olvidará?

Quizás sea preciso decir, que en esta película, el adiós está latente, aunque nunca los imaginemos todos. La muerte del Tiñoso es uno de esos. Quién podía pensar, mientras visionaba el film, que eso pasaría. Siento que Mariscal mira mucho, que no se restriega los ojos; como si tuviera las imágenes en la piel. Me pareció de una sensibilidad única, con ese jueguito de ponerle humor al sufrimiento, en una suerte de politización del dolor, ¿o acaso la pregunta sobre el progreso no enmarca esa combinación?
Me generó fascinación lo que hace esta directora; extiende la narratividad en una forma muy curiosa. Uca y Mochuelo, existen alrededor de personajes opuestos, en historias paralelas que se cierran y se abren, combinado con una especie de indiferenciación entre adultez y niñez. Los niños beben y fuman sin ninguna restricción. Y es justo allí en donde me ubico, aman de una forma que el adultocentrismo de hoy censura. Creo que debemos comenzar a pensar más en las infancias, en el sentido más político.
Desde esa naturaleza, la directora rearticula su propio contexto. Ana filmó durante el franquismo a esa España rural. Un aplauso. Además, leía que la historia está basada en el libro homónimo de Miguel Delibes, y que no se pudo estrenar en Madrid, por censura, claro. Estas son algunas de las cosas que se organizan alrededor de esta película. Y aunque lo vemos, no es lo único, o no al menos con estos mis ojos. Admito que también suscribo a mis propias emociones, a mi forma de entender que la complejidad de este cine, se potencia con la forma y se enuncia en sus propios términos. Qué formal, y exquisitamente maravillosos esos cuadros. Qué espesura. Siento que esta película no para de regalar sentido.
En fin, querida, espero que este texto austero, a veces carta y a veces otra cosa, te convoque para abrir el diálogo y me envíes tus postales imaginarias. Porque si te confieso:
me destruyen los adioses.